La Historia y Trayectoria de la Virgencita de Caacupé en Laguna Naineck
La historia de la Virgencita de Caacupé en Laguna Naineck es un relato de fe y devoción que se remonta a tiempos de la Guerra del Chaco. En 1935, en medio del conflicto entre Bolivia y Paraguay, María Nicasia Escobar y su familia emigraron a Clorinda, Argentina, llevando consigo una imagen de la Virgencita de Caacupé.
En aquellos días, Clorinda era una ciudad en crecimiento, y la familia Escobar se estableció inicialmente en un campo donde limpiaban malezas y buscaban un lugar para vivir. Allí, construyeron un oratorio para la Virgencita. Con el tiempo, y a medida que Clorinda se expandía, la familia se trasladó a la Colonia Lucero Cué, donde comenzaron a celebrar cada 8 de diciembre una fiesta en honor a la Virgencita y sus milagros, atrayendo a numerosos devotos.
Tras el fallecimiento de María Nicasia Escobar, su hija María Ramona Escobar asumió la responsabilidad de cuidar la imagen. Años después, al morir María Ramona, su hija Antonia Espíndola continuó con la tradición. Finalmente, tras el fallecimiento de Antonia Espíndola y su esposo Pedro Avalos, su hija Teresa Espíndola de Avalos, junto con sus hijos y nietos, se hizo cargo del oratorio, preservando así el legado cultural y religioso de la familia.
La Virgencita de Caacupé es considerada la tatarabuela espiritual de todos sus devotos en Laguna Naineck. Actualmente, la imagen se encuentra en una capilla ubicada en el predio de la familia Espíndola-Avalos, en Isla Alta, Laguna Naineck, y cuenta con 89 años de historia.
Este relato no solo destaca la profunda fe de la comunidad, sino también la importancia de la tradición y el legado familiar en la preservación de la devoción a la Virgencita de Caacupé.
Es fundamental conocer nuestras raíces y nutrirnos de nuestra historia con orgullo para saber hacia dónde nos dirigimos, sin perder el sentido de pertenencia a nuestra herencia religiosa y cultural. Este sentimiento, tan arraigado en los habitantes de Laguna Naineck, nos impulsa a preservar y valorar las tradiciones que debemos cuidar para las futuras generaciones.
Desde 1935 hasta 2024, la devoción a la Virgencita de Caacupé ha sido un pilar en la vida de la comunidad. Pase lo que pase y estés donde estés, hay alguien que solo mira tu corazón. Esta profunda conexión espiritual se refleja en la imagen de la Virgencita, que ha sido testigo de innumerables momentos de fe y esperanza.
La historia de la Virgencita de Caacupé no solo es un relato de migración y asentamiento, sino también de resiliencia y continuidad. La familia Espíndola-Avalos ha mantenido viva esta tradición, asegurando que cada generación comprenda y valore la importancia de su legado. La capilla en Isla Alta, Laguna Naineck, no es solo un lugar de culto, sino un símbolo de la identidad y la unidad de la comunidad.
La celebración anual del 8 de diciembre es un testimonio de la fe inquebrantable de los devotos, quienes se reúnen para honrar a la Virgencita y agradecer por los milagros concedidos. Esta festividad no solo fortalece los lazos comunitarios, sino que también sirve como un recordatorio de la importancia de mantener vivas nuestras tradiciones.
En resumen, la historia de la Virgencita de Caacupé en Laguna Naineck es un ejemplo inspirador de cómo la fe y la tradición pueden trascender generaciones, uniendo a una comunidad en torno a un legado compartido. La preservación de esta historia es esencial para mantener viva la identidad cultural y religiosa de Laguna Naineck, asegurando que las futuras generaciones continúen valorando y celebrando su rica herencia.
Doña Antonia Espíndola y Don Pedro Avalos
Pedro Ávalos-Antonia Espíndola-Hilario Ávalos-Andres Lindo Ávalos-Pablo Valieri-Artemio Ávalos-Leonida Duarte-Pedro Ávalos hijo.